sábado, 8 de enero de 2011

DETRÁS DEL ESPEJO ROTO - Poesía


Detrás del espejo roto
MENCIÓN HONROSA
Premio Mundial de Literatura «Andrés Bello»
Caracas, Venezuela y
XVIII Concurso Nacional de Educación HORACIO – Lima, Perú

PRÓLOGO DEL Dr. LUIS YAÑEZ PACHECO
Bambamarca, pueblo de campesinos y comerciantes. ¿Cómo hacer para que esta realidad no turbe la mirada del poeta? Son varios los factores que contribuyeron a atenuar estos efectos. Discutimos el asunto con César Mejía y sus compañeros del colectivo Voces de Altura. Nuestro prólogo recoge las principales conclusiones a las que arribamos en esos animados coloquios.
La primera semana, en una exhibición privada, vimos juntos el filme de Jean Cocteau Orfeo. Casi de inmediato reconocimos que las voces que pueblan su hermoso poemario siempre estuvieron aguardándolo detrás del espejo roto. Así absolvimos una duda crucial: ¿Cómo hizo el poeta para escribir su libro? ¿Hacia dónde miró? ¿A quién escuchó?
Roto el espejo de la memoria, César Mejía vuelve de la nada, lleno de todo, vestido de esquirlas («En el espejo de la tarde», p. 20). Encuentra entonces la tísica memoria, los teoremas de tardes inacabables y al abuelo que camina sobre su espalda; es decir, aquello que forma parte de una historia sazonada en tristeza y agua («Detrás del espejo roto», p. 19). El aliento de los movimientos de vanguardia que motivaron a Cocteau, en una extraña simbiosis, había cristalizado en la escritura de César Mejía, un poeta afincado en la Sierra Norte del Perú.
¿Qué país nos revela el poeta en Detrás del espejo roto? Bambamarca. Ningún otro. Mejía no ha convertido su ciudad en un sitio intemporal. Le bastó su país. Lo que el poeta describe y canta no es un espacio inventado, cerrado, oculto. Su país abarca luces, sombras, caminos, riachuelos («En el espejo de la tarde», p. 20), que estuvieron ahí y ahora están frente a él. Y allí donde descansa la cristiana memoria del abuelo también están los siglos de las montañas, la anciana ventana, los sueños infantiles («Tintinean huérfanos mis pasos desgastados», p. 21).
¡Silencio…!
aún no ha caído el alba
el pedernal no ha muerto
alguien se incorpora desde sus cenizas
resucitando vientos en la cordillera.
(«Aún no ha caído el alba», p. 85)

La conclusión final, como todos esperábamos, provocó un encendido debate. César Mejía y los poetas presentes en la reunión admitieron que frente a la época y frente a la sociedad la literatura está comprometida. Literatura y compromiso: tema esencial como postula Sartre.
Nos detuvimos, sin embargo, para examinar la naturaleza especial de la poesía. A diferencia de la prosa —dice Sartre— la poesía queda liberada de todo compromiso. Mejía, aun siendo consciente de esta libertad, proclama:
Inundemos el mundo de poesía, poetas.
Inundémoslo y hagamos feliz a la humanidad.
(«La poesía es más que un poema», p. 15)

Pero cuál es, finalmente, la razón de ser de la poesía en países como el nuestro en los que el sistema de explotación ha deformado brutalmente su estructura. El poeta colombiano Juan Manuel Roca responde: «La poesía es una resistencia espiritual y si bien es cierto que con la poesía no se cambia la realidad, sí se vuelve un reducto de resistencia porque se opone a todos los horrores. Hoy la poesía cumple una función que no es la mesiánica de ofrecerle al mundo una vida mejor, pero sí la del cuestionamiento de todas las cosas y del dudar de todas ellas» (Entrevista publicada en El Dominical, suplemento del diario El Comercio. Lima, 13.04.2003, pp. 16-17). Mejía se acerca a esta propuesta en muestras que aparecen especialmente en las secciones de la pobreza en el espejo (pp. 29-36) y los espejos rotos de la jalca (pp. 37-46).
A su prédica civil de dirigente social, el poeta suma la tensión lírica de sus creaciones como mensaje de resistencia y denuncia:
Ese monstruo que devora los cerros
y defeca pobreza
pisotea la dignidad con su patas de estiércol.
Se regocija perforando el cielo iluminado de mi patria,
sepultando de relaves el corazón de la cordillera
haciendo añicos los espejos azules de la jalca.
Pero ese monstruo que devora los cerros
no es invencible y ha de caer, inevitablemente,
víctima de su propio veneno.
(«Ese monstruo que devora los cerros», p. 43)

La poesía y su invencible poder. El poeta en Bambamarca y el que escribe estas líneas en Lima. No importa esa distancia que aparentemente nos separa. No importa porque otra vez se ha producido el milagro. Los criterios que hemos aplicado en el análisis de la obra Detrás del espejo roto seguramente han suscitado diversos reparos. Pero hay algo que debemos aceptar todos —poeta, crítico y lector— sin diferencias ni dudas: la única manera de enfrentarse a la verdadera poesía es luchar por un trato honrado y veraz con ella. Suscribo, por ello, esta frase de Johannes Pfeiffer que nos ayuda a descubrir los falseamientos que frecuentemente amenazan a la poesía: «El análisis de las creaciones poéticas quiere revelar justamente ese punto medio en que esencia y palabra viene a fundirse, y en que un modo de verdad se ha vuelto realidad en el encanto de la forma».
Luis Yáñez

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