Toda sociedad
necesita producir bienes para subsistir y fijar su estatus en la cadena de
relación social; pero a la vez debe poseer una estructura que le permita la
construcción y el fortalecimiento de los bienes espirituales sociales que le
han de dar identidad, y por lo tanto, valor a su historia, tradición y cultura.
Dentro de los bienes espirituales sociales se halla la literatura, que aporta
con la visión única e intransferible del escritor, otorgando una manera de
concebir y valorar el mundo y las cosas. Construir un proceso literario en una
sociedad, cuyos elementos responsables de su desarrollo no tienen en cuenta las
manifestaciones culturales, es una acción que le otorga mayor valor al
escritor, quien asume de manera personal la visión social y concretiza el reto
de afrontar la vacuidad generada por los medios de comunicación masiva y la
proyección de una homogeneización fomentada por los grandes consorcios
económicos.
Es
importante verificar en la obra de César Mejía, el contexto de la comunidad
desde la literatura, como forma concreta de recreación, sea por las formas de
conservación de su historia o por la conservación de testimonios anteriores que el autor ha
tenido en cuenta para hacer planteamientos histórico-geográficos, toponímicos o
sociales, en la medida que las comunidades le han servido como imaginario por
el pensamiento de los sujetos que lo crean y lo conforman.
Como se
muestra en la producción literaria del autor con una funcionalidad que
desemboca en una narrativa increíble. Es importante mencionar que la trama de
relaciones que tejen los hombres al juntarse y en el que se anclan los procesos
de origen, de interpelación y de constitución de sujetos e identidades.
Recordemos que el contexto es, en primer lugar, el conjunto de elementos
extralingüísticos: situacionales, sociales, culturales, anímicos, y en segundo
lugar, lingüísticos: los recursos para la expresión de la forma textual, en los
que se inserta un determinado texto y de los cuales depende para adquirir su
significado concreto y adecuado. El contexto temático condiciona el tipo de
texto; pero lo más interesante, todavía dentro del campo extralingüístico, será
descubrir cómo se manifiesta las creencias del
autor sobre los distintos personajes, las mujeres, la pareja, la suerte,
el destino, etc., a través de su forma de plasmarlo. Acudo a lo que Graciela
Reyes llama “material macrosocial”
gobernado por las condiciones políticas, sociales y culturales de distribución
de poder. Aplicándolo a los cuentos del
autor en sus distintas versiones y partiendo
de los títulos, comprobaremos, por ejemplo, cómo espera la sociedad que
sean los hombres y el tipo de relación
que sería deseable que establezcan. Postulo que en la obra de César Mejía —e incluso
en su compromiso personal en favor de la cultura andina— existen
elementos ordinarios —muy notables— de su dedicación individual, histórica,
social y antropológica en su formación literaria.
César nos
revela una madurez, que confirma su amplia calidad y la trascendencia de una
dura, exigente, siempre honda y audaz palabra en su narrativa. Esta obra nos
habla de identidad pero ¿Cómo lograr la identidad cultural frente al
avasallamiento de los medios masivos de comunicación? ¿Cuál es la perspectiva
de la cultura andina, ésta constituye realmente la esencia de la construcción
de nuestra nacionalidad? ¿Cómo contrarrestar la influencia de estilos y modos
de vida que nos vienen ahora de la metrópoli norteamericana? ¿Cómo
vencer las modernas técnicas de modelación de la conducta y de manipulación que
proporciona la psicología en boga? El presente trabajo de Mejía, trata de dar
algunas pistas que permiten dar una
respuesta amplia a las acuciantes interrogantes que se acaban de plantear. Debo
mencionar, por supuesto, que desde un punto de vista psicológico, el concepto
de identidad apela al sujeto viviente y concreto, es decir, para que haya
identidad es necesario que haya personas que la experimenten y la vivencien.
Desde este punto de vista, la identidad en tanto fenómeno psicológico, aparece
con dos dimensiones: El conjunto de experiencias que conforman la vida de cada
cual o biografía personal o proceso de construcción del yo, a esto se le puede
denominar la “sustancia” de la identidad: aquello de lo cual está constituida.
La segunda dimensión se refiere a que todo ello implica un componente afectivo,
pues se ama lo que se vive, aquello que constituye nuestra querencia. Implica
la aceptación de sí mismo y su correspondiente valoración y revalorización. El
componente afectivo significa amarse a sí mismo, autoestimarse y respetarse.
Esta dimensión afectiva es indispensable para cada persona, sin ella no es
posible vivir. Precisamente, por eso, los campesinos migrantes a la urbe
capitalina, al sentirse desarraigados de su mundo, se esfuerzan por construir
una nueva identidad, y lo hacen recogiendo los nuevos patrones culturales pero
conservando los antiguos.
El
resultado es una nueva identidad, en la que se han redefinido los elementos
culturales tanto de los lugares de origen como los del nuevo escenario urbano
en el cual comienzan a vivir. Pero la identidad no es un fenómeno únicamente
psicológico o personal. La identidad rebasa los límites de lo puramente
psicológico. Hay que comprenderla como un fenómeno histórico, que se da en el
plano de lo socio-político-cultural así como en el plano de lo nacional,
regional o subregional. Y eso lo sabe Mejía porque en su obra reconoce que la identidad
sólo es posible y puede manifestarse a partir del patrimonio cultural, que
existe de antemano y su existencia es independiente de su reconocimiento o
valoración. “Es la sociedad la que a manera de agente activo, configura su
patrimonio cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea
valorar y que asume como propios y los que, de manera natural, se van
convirtiendo en el referente de identidad (….) Dicha identidad implica, por lo
tanto, que las personas o grupos de personas se reconozcan históricamente en su
propio entorno físico y social y es ese constante reconocimiento el que le da
carácter activo a la identidad cultural (…..) El patrimonio y la identidad
cultural no son elementos estáticos, sino entidades sujetas a permanente cambios,
están condicionadas por factores externos y por la continua retroalimentación
entre ambos”. La identidad está ligada a la historia y al patrimonio cultural.
La identidad cultural no existe sin la memoria, sin la capacidad de reconocer
el pasado, sin elementos simbólicos o referentes que le son propios y que
ayudan a construir el futuro y eso también es la literatura local, regional y
nacional.
El autor
entiende el legado del conocimiento, como un compromiso, en donde sus trabajos
ayudan a entender procesos culturales, histórico-sociales y que deben de servir
de materia de consulta tanto a docentes como a estudiantes. A través de las
historias de César Mejía Lozano, se pueden trabajar distintas temáticas como
los valores, la discriminación, las diferencias, los derechos, los miedos, los
celos, la identidad, etc. En “Las historias del abuelo” podemos trabajar la
identidad y la valoración de lo que somos. Estas reflexiones se enmarcan
en algo así como una "cultura de la memoria"
César
Mejía nos muestra en su obra, escenarios naturales en que ocurren los hechos y
por otro lado cómo estos diferentes aportes, pese a las limitaciones en que
ocurren, van tejiendo una mirada del pasado local. Es aquí, en donde la
concepción del espacio geográfico cultural se da como punto de convergencia, en donde aspectos
arqueológicos e históricos son articulados y eso lo podemos verificar en los
personajes mágicos ,inertes, telúricos, geográficos e históricos de los cuentos: “Los hombres de piedra”, “El curaca Tantayali”
“El cóndor que lloraba sangre”, ”Lío de cerros”, “Una gigantesca culebra de
tierra”, “Melchor Verdugo, el gran verdugo”, “El niño de la laguna negra”, “El
tesoro del Salahuinde” ,“El ídolo de Totoramayo” ,“El Chucho”, “El adiós de
Doña Grima” ,“Dios se lo pague taitito” en donde el autor a través de estos
muestra solidaridad, ambición, caridad, sueños, magia, misterio, ríos, caminos,
cerros, lo mítico, lagunas con identidad propia y nombres quechuas, haciendo
revivir el pasado de los Q´orimarcas.
El autor
es consciente, principalmente, que la influencia de los medios de comunicación masivos, la
práctica de estilos de vida propios de la ciudad, conlleva a cambios en los esquemas de
pensamiento y de orientación valórica de las personas. Hoy en día, se habla
insistentemente del Perú como un país de “todas las sangres”-para usar la
expresión de José María Arguedas- un país en tránsito de su definición cultural
mediante la fusión de múltiples perspectivas culturales. Aunque esto
significaría postular la existencia de un país pluricultural donde habría si no
la libre expresión, por lo menos el reconocimiento o la convivencia entre
varias culturas, el futuro se presenta incierto.
En un país
como el nuestro, al que se puede denominar con toda propiedad, postcolonial,
como lo postulan las teorías de la postcolonialidad y la propuesta del pedagogo
canadiense Peter Mc Laren, la tarea histórica consiste en cómo construir, como
lo afirma Quijano un proceso de
“reoriginalización cultural”: la creación de una nueva cultura que nazca de
nuestra propia realidad, una cultura propia, soberana y autónoma y no una que
asuma mecánicamente todo lo que viene de fuera. Esto significa que el problema
fundamental de países como el nuestro sigue siendo el problema nacional, en nuestro
caso, cómo construir la nación peruana. No a la manera de los Estados-Nación de
Europa del siglo antepasado, sino a la luz de los tiempos actuales de la
globalización y de su cara aparentemente contradictoria: el neoliberalismo.
Estamos,
evidentemente, ante una situación producto de la globalización, entendida ésta
como un proceso de redefinición de la estructura y carácter de las relaciones
sociales y de sus modos de interpretarlas y de organizarlas, redefinición
comandada por las exigencias de competitividad y de reorganización hasta
límites nunca antes vistos, de los grandes consorcios de capital financiero.
Este proceso de redefinición no tiene un carácter solamente local, provincial o
nacional, sino mundial, esto es, afecta a todos los países en su totalidad. La
globalización requiere necesariamente como vehículo material, la modernización,
lo que significa en nuestra época actual la expansión y uso de especialmente
las modernas tecnologías electrónicas de información y comunicación. Es en base
a estas nuevas tecnologías y a su generalización a todos los rincones del
mundo, como la globalización puede llevarse a cabo.
En este
sentido, estoy convencido que el autor, siendo un maestro probo e identificado
con su contexto, que vivencia la realidad de su pueblo diariamente, cree que la
escuela y la educación en nuestro país tienen todavía un largo papel que
cumplir. Su potencialidad como elementos que concurren a la construcción de la
nacionalidad, aún no está agotada. Ello significa la necesidad de desarrollar
una educación y una escuela alternativas que puedan darse como parte del
proceso de construcción de un Proyecto Histórico Nacional verdaderamente
democrático en nuestro país. Por ello el
trabajo que nos presenta en esta oportunidad, también es una alternativa
para avanzar en esta propuesta de desarrollar a los pueblos desde la identidad
de sus propios contextos. Es importante
contar con materiales de lectura sobre aspectos de la realidad local en el
entendido que sólo se ama lo que se conoce; el pueblo amará su cultura en
medida que la conozca y cuando los niños disfruten en su lectura, por placer,
de esta cosecha literaria, el autor habrá
logrado su propósito y si se proyecta a las futuras generaciones, el logro será
mayor. Ricardo Ayllón manifiesta en un artículo sobre la lectura que “El acercamiento del pequeño
lector a la literatura partiendo de aquella que se produce en su propio medio,
es un tema que no ha sido lo suficientemente aquilatada por los especialistas
de la educación. El centralismo generalizado en el país produce habitualmente
una disfunción cuando se percibe a éste como la culminación de sus objetivos.
No se logra percibir cómo es que la vigorosa labor de los escritores de
provincias permite entrever un rasgo aún más particular en la literatura
peruana, y cómo las denominadas literaturas regionales han desenmascarado el
centralismo de nuestra concepción literaria, obstáculo en el logro de una mayor
apertura hacia la lectura. Las literaturas regionales en el Perú tienen la
ventaja de que están compuestas por los elementos que componen la historia y
tradición de cada localidad específica, contenidos que motivan al estudiante a
involucrarse en la lectura gracias a la cercanía de eventos y costumbres
plasmadas en los libros”.
El tiempo
no debe seguir pasando sin que escribamos nuestra propia historia, por ello;
auguro muchos éxitos al escritor César
Mejía Lozano en esta propuesta de altura que reivindicará la capacidad de
sobrevivir nuestros esenciales saberes y que
es un aporte literario para todas las comunidades de nuestra región y de
nuestro país.
Guillermo Manuel Torres Ruiz
Integrante del Conglomerado Cultural
“Voces de Altura”
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