jueves, 17 de octubre de 2013

LAS HISTORIAS DEL ABUELO, UNA ALTERNATIVA PARA LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS



Toda sociedad necesita producir bienes para subsistir y fijar su estatus en la cadena de relación social; pero a la vez debe poseer una estructura que le permita la construcción y el fortalecimiento de los bienes espirituales sociales que le han de dar identidad, y por lo tanto, valor a su historia, tradición y cultura. Dentro de los bienes espirituales sociales se halla la literatura, que aporta con la visión única e intransferible del escritor, otorgando una manera de concebir y valorar el mundo y las cosas. Construir un proceso literario en una sociedad, cuyos elementos responsables de su desarrollo no tienen en cuenta las manifestaciones culturales, es una acción que le otorga mayor valor al escritor, quien asume de manera personal la visión social y concretiza el reto de afrontar la vacuidad generada por los medios de comunicación masiva y la proyección de una homogeneización fomentada por los grandes consorcios económicos.



Es importante verificar en la obra de César Mejía, el contexto de la comunidad desde la literatura, como forma concreta de recreación, sea por las formas de conservación de su historia o por la conservación  de testimonios anteriores que el autor ha tenido en cuenta para hacer planteamientos histórico-geográficos, toponímicos o sociales, en la medida que las comunidades le han servido como imaginario por el pensamiento de los sujetos que lo crean y lo conforman.


Como se muestra en la producción literaria del autor con una funcionalidad que desemboca en una narrativa increíble. Es importante mencionar que la trama de relaciones que tejen los hombres al juntarse y en el que se anclan los procesos de origen, de interpelación y de constitución de sujetos e identidades. Recordemos que el contexto es, en primer lugar, el conjunto de elementos extralingüísticos: situacionales, sociales, culturales, anímicos, y en segundo lugar, lingüísticos: los recursos para la expresión de la forma textual, en los que se inserta un determinado texto y de los cuales depende para adquirir su significado concreto y adecuado. El contexto temático condiciona el tipo de texto; pero lo más interesante, todavía dentro del campo extralingüístico, será descubrir cómo se manifiesta las creencias del  autor sobre los distintos personajes, las mujeres, la pareja, la suerte, el destino, etc., a través de su forma de plasmarlo. Acudo a lo que Graciela Reyes  llama “material macrosocial” gobernado por las condiciones políticas, sociales y culturales de distribución de poder. Aplicándolo a los  cuentos del autor en sus distintas versiones y partiendo  de los títulos, comprobaremos, por ejemplo, cómo espera la sociedad que sean  los hombres y el tipo de relación que sería deseable que establezcan. Postulo que en la obra de César Mejía  —e incluso  en su compromiso personal en favor de la cultura andina— existen elementos ordinarios —muy notables— de su dedicación individual, histórica, social y antropológica en su formación literaria.


César nos revela una madurez, que confirma su amplia calidad y la trascendencia de una dura, exigente, siempre honda y audaz palabra en su narrativa. Esta obra nos habla de identidad pero ¿Cómo lograr la identidad cultural frente al avasallamiento de los medios masivos de comunicación? ¿Cuál es la perspectiva de la cultura andina, ésta constituye realmente la esencia de la construcción de nuestra nacionalidad? ¿Cómo contrarrestar la influencia de estilos y modos de vida que nos vienen ahora de la metrópoli norteamericana? ¿Cómo vencer las modernas técnicas de modelación de la conducta y de manipulación que proporciona la psicología en boga? El presente trabajo de Mejía, trata de dar algunas pistas  que permiten dar una respuesta amplia a las acuciantes interrogantes que se acaban de plantear. Debo mencionar, por supuesto, que desde un punto de vista psicológico, el concepto de identidad apela al sujeto viviente y concreto, es decir, para que haya identidad es necesario que haya personas que la experimenten y la vivencien. Desde este punto de vista, la identidad en tanto fenómeno psicológico, aparece con dos dimensiones: El conjunto de experiencias que conforman la vida de cada cual o biografía personal o proceso de construcción del yo, a esto se le puede denominar la “sustancia” de la identidad: aquello de lo cual está constituida. La segunda dimensión se refiere a que todo ello implica un componente afectivo, pues se ama lo que se vive, aquello que constituye nuestra querencia. Implica la aceptación de sí mismo y su correspondiente valoración y revalorización. El componente afectivo significa amarse a sí mismo, autoestimarse y respetarse. Esta dimensión afectiva es indispensable para cada persona, sin ella no es posible vivir. Precisamente, por eso, los campesinos migrantes a la urbe capitalina, al sentirse desarraigados de su mundo, se esfuerzan por construir una nueva identidad, y lo hacen recogiendo los nuevos patrones culturales pero conservando los antiguos.


El resultado es una nueva identidad, en la que se han redefinido los elementos culturales tanto de los lugares de origen como los del nuevo escenario urbano en el cual comienzan a vivir. Pero la identidad no es un fenómeno únicamente psicológico o personal. La identidad rebasa los límites de lo puramente psicológico. Hay que comprenderla como un fenómeno histórico, que se da en el plano de lo socio-político-cultural así como en el plano de lo nacional, regional o subregional. Y eso lo sabe Mejía porque en su obra reconoce que la identidad sólo es posible y puede manifestarse a partir del patrimonio cultural, que existe de antemano y su existencia es independiente de su reconocimiento o valoración. “Es la sociedad la que a manera de agente activo, configura su patrimonio cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea valorar y que asume como propios y los que, de manera natural, se van convirtiendo en el referente de identidad (….) Dicha identidad implica, por lo tanto, que las personas o grupos de personas se reconozcan históricamente en su propio entorno físico y social y es ese constante reconocimiento el que le da carácter activo a la identidad cultural (…..) El patrimonio y la identidad cultural no son elementos estáticos, sino entidades sujetas a permanente cambios, están condicionadas por factores externos y por la continua retroalimentación entre ambos”. La identidad está ligada a la historia y al patrimonio cultural. La identidad cultural no existe sin la memoria, sin la capacidad de reconocer el pasado, sin elementos simbólicos o referentes que le son propios y que ayudan a construir el futuro y eso también es la literatura local, regional y nacional.


El autor entiende el legado del conocimiento, como un compromiso, en donde sus trabajos ayudan a entender procesos culturales, histórico-sociales y que deben de servir de materia de consulta tanto a docentes como a estudiantes. A través de las historias de César Mejía Lozano, se pueden trabajar distintas temáticas como los valores, la discriminación, las diferencias, los derechos, los miedos, los celos, la identidad, etc. En “Las historias del abuelo” podemos trabajar la identidad y la valoración de lo que somos. Estas reflexiones se  enmarcan  en algo así como una "cultura de la memoria"
César Mejía nos muestra en su obra, escenarios naturales en que ocurren los hechos y por otro lado cómo estos diferentes aportes, pese a las limitaciones en que ocurren, van tejiendo una mirada del pasado local. Es aquí, en donde la concepción del espacio geográfico cultural se da  como punto de convergencia, en donde aspectos arqueológicos e históricos son articulados y eso lo podemos verificar en los personajes mágicos ,inertes, telúricos, geográficos e históricos de los  cuentos: “Los hombres de piedra”, “El curaca Tantayali” “El cóndor que lloraba sangre”, ”Lío de cerros”, “Una gigantesca culebra de tierra”, “Melchor Verdugo, el gran verdugo”, “El niño de la laguna negra”, “El tesoro del Salahuinde” ,“El ídolo de Totoramayo” ,“El Chucho”, “El adiós de Doña Grima” ,“Dios se lo pague taitito” en donde el autor a través de estos muestra solidaridad, ambición, caridad, sueños, magia, misterio, ríos, caminos, cerros, lo mítico, lagunas con identidad propia y nombres quechuas, haciendo revivir el pasado de los Q´orimarcas.


El autor es consciente, principalmente, que la influencia de  los medios de comunicación masivos, la práctica de estilos de vida propios de la ciudad,  conlleva a cambios en los esquemas de pensamiento y de orientación valórica de las personas. Hoy en día, se habla insistentemente del Perú como un país de “todas las sangres”-para usar la expresión de José María Arguedas- un país en tránsito de su definición cultural mediante la fusión de múltiples perspectivas culturales. Aunque esto significaría postular la existencia de un país pluricultural donde habría si no la libre expresión, por lo menos el reconocimiento o la convivencia entre varias culturas, el futuro se presenta incierto.

En un país como el nuestro, al que se puede denominar con toda propiedad, postcolonial, como lo postulan las teorías de la postcolonialidad y la propuesta del pedagogo canadiense Peter Mc Laren, la tarea histórica consiste en cómo construir, como lo afirma Quijano  un proceso de “reoriginalización cultural”: la creación de una nueva cultura que nazca de nuestra propia realidad, una cultura propia, soberana y autónoma y no una que asuma mecánicamente todo lo que viene de fuera. Esto significa que el problema fundamental de países como el nuestro sigue siendo el problema nacional, en nuestro caso, cómo construir la nación peruana. No a la manera de los Estados-Nación de Europa del siglo antepasado, sino a la luz de los tiempos actuales de la globalización y de su cara aparentemente contradictoria: el neoliberalismo.

Estamos, evidentemente, ante una situación producto de la globalización, entendida ésta como un proceso de redefinición de la estructura y carácter de las relaciones sociales y de sus modos de interpretarlas y de organizarlas, redefinición comandada por las exigencias de competitividad y de reorganización hasta límites nunca antes vistos, de los grandes consorcios de capital financiero. Este proceso de redefinición no tiene un carácter solamente local, provincial o nacional, sino mundial, esto es, afecta a todos los países en su totalidad. La globalización requiere necesariamente como vehículo material, la modernización, lo que significa en nuestra época actual la expansión y uso de especialmente las modernas tecnologías electrónicas de información y comunicación. Es en base a estas nuevas tecnologías y a su generalización a todos los rincones del mundo, como la globalización puede llevarse a cabo.


En este sentido, estoy convencido que el autor, siendo un maestro probo e identificado con su contexto, que vivencia la realidad de su pueblo diariamente, cree que la escuela y la educación en nuestro país tienen todavía un largo papel que cumplir. Su potencialidad como elementos que concurren a la construcción de la nacionalidad, aún no está agotada. Ello significa la necesidad de desarrollar una educación y una escuela alternativas que puedan darse como parte del proceso de construcción de un Proyecto Histórico Nacional verdaderamente democrático en nuestro país. Por ello el  trabajo que nos presenta en esta oportunidad, también es una alternativa para avanzar en esta propuesta de desarrollar a los pueblos desde la identidad de sus propios  contextos. Es importante contar con materiales de lectura sobre aspectos de la realidad local en el entendido que sólo se ama lo que se conoce; el pueblo amará su cultura en medida que la conozca y cuando los niños disfruten en su lectura, por placer, de esta  cosecha literaria, el autor habrá logrado su propósito y si se proyecta a las futuras generaciones, el logro será mayor. Ricardo Ayllón manifiesta en un artículo sobre la  lectura que “El acercamiento del pequeño lector a la literatura partiendo de aquella que se produce en su propio medio, es un tema que no ha sido lo suficientemente aquilatada por los especialistas de la educación. El centralismo generalizado en el país produce habitualmente una disfunción cuando se percibe a éste como la culminación de sus objetivos. No se logra percibir cómo es que la vigorosa labor de los escritores de provincias permite entrever un rasgo aún más particular en la literatura peruana, y cómo las denominadas literaturas regionales han desenmascarado el centralismo de nuestra concepción literaria, obstáculo en el logro de una mayor apertura hacia la lectura. Las literaturas regionales en el Perú tienen la ventaja de que están compuestas por los elementos que componen la historia y tradición de cada localidad específica, contenidos que motivan al estudiante a involucrarse en la lectura gracias a la cercanía de eventos y costumbres plasmadas en los libros”.


El tiempo no debe seguir pasando sin que escribamos nuestra propia historia, por ello; auguro muchos éxitos  al escritor César Mejía Lozano en esta propuesta de altura que reivindicará la capacidad de sobrevivir nuestros esenciales saberes y que  es un aporte literario para todas las comunidades de nuestra región y de nuestro país.

Guillermo Manuel Torres Ruiz
Integrante del Conglomerado Cultural
“Voces de Altura”

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