PRÓLOGO
César nos presenta a
través de su palabra, un extenso inventario de la realidad de un niño en su
acontecer andino, "El pan es un programa de televisión/que no tiene
rating, pero llena de migajas nuestra infancia".
A través de sus
versos abre su camisa para dejar al desnudo sus carencias, "Estrella de
carrizo y papel/eres mi alma/envuelta en orfandad."
El autor se despliega en estos pétalos litografiados, como
un ser integral, sensible al transcurrir caótico que le presenta su entorno; de
su pluma se desprende la acidez de sus palabras, "Mientras la
televisión, hermosa cloaca psicodélica /les lanza toda la basura que
fabrica". César no se queda en la viscosidad de la superficie y
arremete contra el enclave de poder que aniquila en cortejo de muerte y
destrucción la Pachamama. Con profunda desazón nos dice “Rescatado de tus
aguas turbias, veo agonizar la tarde/en tu faz aturdida de cianuro".
No nos da tregua, sin huida posible, desde su atalaya andina nos asoma a la
dureza del oficio minero; apocalíptico, sentencia "Tanto oro y no poder
nada contra la sed". Nos muestra ese mundo condenado irreversiblemente
a la perdición a manos de la explotación minera, "Esos pulmones me
recuerdan tanto y tanto a mis lagunas extintas/ a mis raíces tuberculosas/ a
mis riachuelos agonizantes. Condena la perversidad e injusticia alojadas en
las alcantarillas del poderío minero, en donde: "El niño se levanta
hombre sobre su cadáver". Atribulado se pregunta "¿A quién
servirá este minuto extraviado? /ese minuto de silencio ensangrentado?
En las curvaturas de la corriente se entrega con ternura a
la tiranía del sentimiento amoroso y nos abre con generosidad la bóveda sublime
del alma para encender la pirotecnia de los afectos, "Ahora vienes
zigzagueando impulsada por el viento/ con la dulzura de los primeros
choclos".
En su sensibilidad de orate recurre al riachuelo de sus
recuerdos y se hunde en el crisol idílico de quienes le antecedieron y le
legaron la brújula moral que hoy le dirige los pasos. Conmovido homenajea las
virtudes de sus muertos, "En tu corazón se posó la justicia/y en tu
mirada la eternidad", "Salud viejo/la retreta de la vida aún no ha
terminado".
Íntima urgencia le enfrenta a contra corriente a sus
conflictos existenciales, "Nada es armónico, cuando a la sombra le
faltan los dientes" y continúa en su desvarío, "No hay nadie
enfrente. La lucha es contra sí y esta vez habrá de vencerse". Luego
se embarca en el rumor acuático de la esperanza e interroga ¿Quién cantará
mis versos/ cuando la noche/ petrifique la luz de mi mirada? "
Finalmente, el autor, despojado de vanidades y artilugios
regresa al origen, como el salmón de cristalinas aguas, "Sólo quiero
paz conmigo mismo, después de eso me iré a casa, simplemente regresaré a
casa".
Olga Toro Muñoz
Poeta de la Araucanía (Chile)
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